¡Hola de nuevo, queridos lectores! Hoy estoy «en modo zen». No sé si porque acabo de encender un incienso y poner música relajante, o por haber leído este libro del que os vengo a hablar hoy.

Los que soléis seguir mis reseñas, quizá ya sepáis de qué tema vamos a hablar; pues no hace mucho, hice la reseña de el libro «El método Ikigai«, justo el que sigue a este, su predecesor, también de los mismos autores. Héctor García (Kirai) y Francesc Miralles. Precisamente, este se llama, sencillamente, «Ikigai«.

Como bien define el título, este libro habla de la esencia, de la teoría, del significado de la palabra. El que le sigue, en cambio, habla del método, de la práctica, de la acción.

En mi opinión, se puede leer uno sin el otro, pero se quedaría «cojo». Como una mesa a la que le falta una pata. Como los libros de texto de Idiomas. Que tienen el libro de texto, donde está la teoría, la base; y el «workbook». El libro de trabajo, el libro de prácticas, donde interiorizamos la teoría, a través de la acción.

Y, ¿de qué habla esta teoría? De que para tener una vida larga y feliz, debemos encontrar nuestro «Ikigai«. Nuestro propósito de vida.

He de añadir que, prácticamente, me he «bebido» el libro. Pues los autores emplean un lenguaje fluido que permite entender muy bien el concepto, y la historia de su viaje a Ogimi. «La aldea de los centenarios».

La verdad es que el libro no tiene desperdicio. Lo recomiendo a todo el mundo. Para mi se ha convertido en un «imprescindible» en mi biblioteca personal. También cabe mencionar los detalles de la portada, que hacen las delicias de cualquier amante de Japón.

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