¡Hola de nuevo, queridos lectores! Seguro que muchos de vosotros estáis disfrutando de unas más que merecidas vacaciones. Pues yo misma estoy apurando los últimos días que me quedan. Días de desconexión, de descanso, de hincharnos de dormir, incluso de aburrirnos. De aburrirnos de no hacer nada, acostumbrados a la vorágine de la rutina diaria, de ese tan maldecido estrés que nos ocasiona el trabajo. Y entre tanto aburrimiento, me ha dado tiempo de terminar de leer mi última lectura. «El hombre más rico de Babilonia«, de George Samuel Clason.
Lo cierto es que esta lectura no me ha dejado indiferente. Es más, la recomiendo encarecidamente. Pues si bien es cierto que pudiera parecer una lectura ligera de verano, debido a su corta extensión y su lenguaje claro y conciso. Nos da una enseñanza profunda de cómo deberíamos administrar nuestras ganancias para poder guardar al menos un diez por cien de lo que ganamos, que deberíamos considerar nuestro, para poder disfrutar de ello cuando lleguemos a cierta edad en la que trabajar ya no sea una opción, debido a los achaques del paso del tiempo, que para nadie pasa en vano.
Soy consciente de que con esta reseña, muchos de los que se ganan la vida como «coach» me tendrán cierto recelo, pues este libro va mucho más allá de la simple manifestación. En lugar de encomendarse a la magia y a la fe para esperar a que ocurra un milagro.
Esta obra nos sugiere que nosotros mismos somos dueños de nuestros propios milagros. Además, aporta una visión distinta de lo que la mayoría entendemos por trabajar. Nos enseña a hacernos amigos de nuestro propio esfuerzo y del trabajo bien hecho. A sentirnos dueños y merecedores de cada moneda que ganamos con el sudor de nuestra frente.
Defiende encarecidamente el sabor del esfuerzo, de la labor de cada hombre libre por ganarse la vida de forma honrada y libre. Defiende una vida con honor. Pero el mensaje más importante es el de aprender a administrar esas ganancias para poder darnos a nosotros y a los nuestros, una vida digna, larga y cómoda. En la que el trabajo no es un acto de esclavitud; sino la llave hacia nuestra libertad.