Otra vez ha anochecido. La ciudad parece dormida bajo el manto oscuro de la noche. Pero en su cielo hace tiempo que no se ven las estrellas. Y en las noches sin luna, las únicas luces que alumbran la quietud de la noche son las farólas, y los semáforos, que ordenan un tráfico sin sentido en una ciudad fantasma.
Una vez mas, observando el mundo a través de su ventana; el cuadro que un día tubo algún sentido para Lyz, ya no lo tiene, ha crecido, ha madurado. Ha dejado de observar, para participar lo mejor que puede, ha expandido sus límites y fronteras, descubriéndo todo un mundo, mas allá de lo que su vista alcanza a ver. Y ha descubiérto que no queda nada aquí para ella. Que estará sola, tanto aquí, como en el país mas lejáno que pueda existir, y que probablemente, lo mas parecido al calor humano que pueda tener sea esta ventana donde poder mirar para inspirarse y crear algo que se acerque al arte, o los aplausos del público al actuár. Porque ya nadie regala abrazos, ni ofrece nada a cambio de nada, ni siente amor incondicional.
Hace ya muchos años que no llora al escribir; quizá sea porque el dolor es lo mas real que existe y lo que mas traspasa las almas, porque cuando todo va bien, nadie se acuerda de estas cosas. Y hace tiempo que optó por no rendirse, por salir a la calle con todo lo que es, con sus virtudes y su sonrisa; pero también con sus miedos y sus defectos, y con esto no pretende que le alaben, ni hacer ninguna heroicidad, tan solo quiere sobrevivir, como lo ha hecho hasta ahora.